domingo, 12 de mayo de 2019

La Oración (Cuarta Parte)



HÁGASE TU VOLUNTAD, COMO EN EL CIELO, ASÍ TAMBIÉN EN LA TIERRA




¿Y cuál es la voluntad de Dios?


La voluntad de Dios es el conjunto de mandatos que Él dejó al ser humano, para que éste pueda alcanzar su plenitud de vida.


La voluntad de Dios aparece descrita en la Biblia, por eso es que es tan importante leerla. Podemos citar algunos ejemplos de la voluntad de Dios:



“No juzguen a nadie, para que nadie los juzgue a ustedes. Porque tal como juzguen se les juzgará y con la medida que midan a otros se les medirá a ustedes”  Mateo 7:1-2



“Ámense los unos a los otros con amor fraternal, respetándose y honrándose mutuamente. Nunca dejen de ser diligentes; antes bien, sirvan al Señor con el fervor que da el Espíritu. Alégrense en la esperanza, muestren paciencia en el sufrimiento, perseveren en la oración. Ayuden a los hermanos necesitados. Practiquen la hospitalidad. Bendigan a quienes los persigan; bendigan y no maldigan. Alégrense con los que están alegres; lloren con los que lloran. Vivan en armonía los unos con los otros. No sean arrogantes, sino háganse solidarios con los humildes. No se crean los únicos que saben. No paguen a nadie mal por mal. Procuren hacer lo bueno delante de todos. Si es posible, y en cuanto dependa de ustedes, vivan en paz con todos. No tomen venganza, hermanos míos, sino dejen el castigo en las manos de Dios, porque está escrito: «Mía es la venganza; yo pagaré», dice el Señor. Antes bien, «Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber. Actuando así, harás que se avergüence de su conducta». No te dejes vencer por el mal; al contrario, vence el mal con el bien” Romanos 12:10-21



En la versión Nueva Traducción Viviente (NTV) encontramos escrito: 


Que se cumpla tu voluntad en la tierra como se cumple en el cielo.



Esto quiere decir que en cielo hay una sola voluntad, que es la de Dios, pero en la tierra existen dos voluntades, la de Dios y la del hombre.


Cuando oramos que sea hecha Su voluntad, claramente estamos rindiendo la nuestra, eso significa morir al “yo”, a los propios deseos, pensamientos o inclinaciones.

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