El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.
Aquí estamos pidiendo la provisión de cada día, hoy, o sea,
no pedimos el pan de hoy, sino el de cada día que vivamos sobre esta tierra. Dios
como buen Padre sabe que tenemos necesidades materiales, y nos permite pedirlo
con sinceridad.
Con respecto a la segunda parte, cuando le pedimos al Señor
que perdone nuestras deudas, estamos hablando de ofensas y nos estamos comprometiendo
a perdonar a los que nos ofenden, y es muy fácil decirlo de palabra, pero en la
realidad es lo que la mayoría de personas no pueden hacer.
El perdón es soltar, olvidar, pasar por alto las ofensas. La
falta de perdón es retener la ofensa y tener atada a la persona como si
estuviera cargando un muerto, la falta de perdón es una cárcel donde sólo la
persona ofendida tiene la llave para poder salir. Todos ofendemos, ya sea de
palabra o de obra, el problema del ser humano es que se ofende con facilidad y
continuamente recuerda lo que le hicieron, pero olvida que él también ofendió. Una persona con falta de perdón se enoja,
guarda rencor, odia, siente deseos de venganza y se vuelve amargado, ya nada le
parece bien, a todo le encuentra defectos, y lo peor es que contamina a los que
le rodean.
La causa de la falta de perdón es el orgullo, la persona
orgullosa no reconoce que se equivocó, ni le gusta pedir perdón por lo malo que
ha hecho. Lo que todos debemos saber es que si nosotros no perdonamos a los que
nos ofenden, no podemos pedir a Dios que nos perdone.
¿Cómo se puede perdonar?
Siendo humilde, reconociendo que nosotros también ofendemos, tomar la
decisión de personar y declarar claramente:
Yo perdono a (nombre de la persona o personas), y luego
detallar la ofensa (porque me hizo X situación), reconozco que estoy enojado,
que lo odio, me cae mal y quisiera vengarme, pero tomo la decisión de soltar la
ofensa y dejo ir a esa persona, bendiciéndola